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12 «¡Mamá, mamá, queremos comer!», claman mientras sus vidas se van debilitando en los mismos brazos de sus madres. Luego mueren, como si fueran los heridos de una guerra.

13 ¿Hubo alguna vez en toda la tierra un dolor tan grande como el tuyo? Dime, Jerusalén, ¿con qué compararé tu angustia? ¿Cómo podré consolarte, pura y bella Jerusalén? Porque tu angustia es tan grande como el mar. ¿Quién podrá curarte?

14 Tus «profetas» han dicho muchas cosas necias y totalmente falsas, no te señalaron tu maldad para que hubieras podido evitar tu cautiverio; mintieron con falsos mensajes y te hicieron creer en ellos.

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